La poco conocida unidad SU-4 y el flash remoto en Nikon.

Hay cuestiones que, a la hora de comparar entre marcas de equipo fotográfico, han estado más o menos en discusión en cuanto a cual es la que ofrecía mayores prestaciones respecto a las demás. Así, por ejemplo, Nikon empezó a perder su posición dominante del mercado en la época del AF porque el rendimiento de la EOS-1 en este aspecto era claramente superior al de la F4.

En un aspecto, sin embargo, Nikon ha sido claro dominador durante buena parte de la historia reciente de la fotografía: el flash y sobre todo el funcionamiento del flash pilotado desde la cámara: el modo TTL («Through The Lens», es decir: a través del objetivo) y particularmente a partir de la era del AF con la introducción de la medición matricial no solo para la luz ambiente, sino también para la medición del destello del flash a través del objetivo. Esta medición se ha llamado de diferentes formas a través del tiempo y con los modelos de cámara, desde púramente «flash matricial» a «equilibrado multisensor» pasando por otro más o menos complicados. Desde la primera gama AF, con la F4 y F801 como punta de lanza, se basaba en el análisis del destello de flash con un sensor matricial dedicado en la caja del espejo, y diferente del usado para la luz ambiente localizado en el pentaprisma. Esto se mantuvo así hasta la segunda generación de la era digital donde se introduce el sistema aún vigente, como veremos más adelante.

El sistema fue bueno, muy bueno, desde el mismo inicio y llegó a tal cota de refinamiento al final de la era de la película que el rendimiento del flash TTL que ofrecían cámaras como la Nikon F5 simple y llanamente no se ha logrado no ya superar, sino simplemente igualar, con las digitales de última generación que tan superiores son en otros aspectos tecnológicos. Los problemas con el flash TTL fueron una constante en los primeros tiempos del digital, el rendimiento era muy inferior al que se obtenía con la película, hasta tal punto llegó que los flashes de esa época (los DX) pasan a incorporar, además de todos los anteriores, un modo «auto» adicional al tradicional, el «Auto Aperture» o «AA» en el que la apertura se lee desde la cámara pero la medición se hace con la célula del flash, a diferencia del modo «auto» tradicional en el que la apertura se fija en el propio flash manualmente. Los fotógrafos dejan de fiarse de la medición de la cámara y usan el modo AA para asegurar resultados.

El sistema TTL en las cámaras de película es tan bueno, tan tan bueno, porque la medición del destello de flash se hace:

a) sobre la propia película, se mide la luz del flash reflejada por la película, no solo es TTL sino OTF (Off The Film – sobre la película).
b) se realiza en tiempo real, durante la propia exposición de la película.
En las últimas cámaras el refinamiento es enorme: se integra con la medición de luz ambiente que también integra informacón de la distancia y punto de enfoque usado, además antes de la apertura del obturador y a espejo subido se realizan unos pre-destellos en baja potencia para realizar un análisis previo de la luz del flash. Predestellos que son tan rápidos que no se preciben por el ojo en un funcionamiento normal… Pero el sistema es tan bueno que incluso puede prescindir totalmente de los predestellos y de la información de la distancia de enfoque y seguir funcionando con solvencia.

En la primera generación digital aparece un modo de flash nuevo y exclusivo de las digitales: el D-TTL el funcionamiento es, hasta cierto punto, similar: se sigue usando un sensor específico en la caja del espejo y se mide la luz rebotada a espejo subido… pero no rebotada sobre el captador, sino sobre la cortinilla del obturador, que pasa a estar pintada de gris medio. Se pierde la medición a tiempo real, por lo visto las diferentes propiedades de reflexión del sensor digital respecto de la película impide realizar mediciones de flash fiables en tiempo real, por lo que hay que calcular la exposición del flash inmediatamente antes de abrir el obturador mediante los predestellos que son un poco más evidentes. El sistema D-TTL para el que se necesitan los flashes «DX» no fue muy popular, funcionaba peor que el TTL de las de película, aunque en la última cámara que lo implementa, he de decir que no era, en absoluto, tan desastroso como al principio. En esa cámara, además se puede comparar directamente con el siguiente y actual: el i-TTL porque soporta los dos: Hablo de las Nikon D2h y D2x. Cualquiera que haya usado ambos en estas cámaras puede ver que las diferencias, si bien es cierto que existen, no son determinantes. El modo actual, el i-TTL ya no usa un sensor de flash dedicado, sino que usa el sensor de medición principal, el de luz ambiente, se mide el flash mediante un pre-destello más potente y evidente, antes de elevar el espejo y tampoco hay medición en tiempo real. Funciona bien, mejor que el D-TTL… pero no como en las de película, donde encontrarte un fotograma mal expuesto por flash casi equivalía a pensar en avería del dispositivo.

Sin embargo un aspecto sí cojeaba en el sistema de flash de Nikon en aquellos «años de gloria», algo que por ejemplo Minolta ya ofrecía desde los 90 en su gama «xi»: el control TTL de flashes remotos sin cables. Sí se ofrecía una pléyade de cables y adaptadores que permitían el disparo encadenado de diferentes unidades de flash interconectadas entre sí, pero cableado. El primer sistema inalámbrico configurable desde cámara llega ni más ni menos que con la gama i-TTL… ya en la era digital.

Pero Nikon sí sacó un sistema TTL inalámbrico en la era anterior, todavía en plena época de la película. Aunque pasó considerablemente desapercibido, posiblemente por su deficiente publicidad y porque, al principio, precisaba de la adquisición de una unidad que se debía acoplar al flash remoto. Esta unidad fue la SU-4, que viene integrada en los flashes de gama alta posteriores como el SB-80DX o el SB-800. Su principio de funcionamiento es bastante sencillo: la unidad detecta el inicio del disparo del flash principal, momento en el que dispara el que tiene acoplado; el sensor de la cámar mide la luz del flash que proviene de los dos flashes (o los que haya), mide y cuando se alcanza la exposición deseada corta el destello de flash de la cámara: la unidad SU-4 detecta el corte de destello del principal y corta el del flash acoplado. Así se consigue controlar un flash remoto (o varios) sin configuraciones en cámara y sin actualizaciones en las mismas. Solo se precisa la cancelación de los predestellos de medición en las cámaras y flashes que los incorporan (cosa que se puede hacer de diferentes modos), incluso permite el uso de los pequeños flashes integrados en las cámaras que disponen de ellos como «comander» de los remotos.

El sistema es tan sencillo y tan versátil que no solo permite el uso de flashes remotos con las cámaras que existían en la época del lanzamiento del SU-4, más o menos en la época de la Nikon F5… sino que premite el control TTL de flashes remotos con cámaras anteriores, sin actualizaciones de ningún tipo, como por ejemplo la F4 o la F801 lanzadas casi una década antes. La SU-4 también premite el control del destello en modo «auto» en el flash principal, o el funcionamiento en modo manual en todos los flashes, convirtíendose en un sistema muy versátil de forma realmente sencilla.

En la imagen muestro una F801s con un SB-26 montado (el primer flash que integra fotocélula de disparo para usarlo de forma remota, pero no en TTL) junto con el último flash DX «top» el SB-80DX y el primer i-TTL «top» el SB-800, ambos integran una SU-4 y, en esta configuración, podríamos disponer de flash TTL remoto con la F801s, algo que ni se contemplaba cuando se vendió nueva.

Minolta Dynax 7000i

Minolta era una de las «Cinco Grandes», las principales marcas japonesas de fotografía. La lista completa era: Canon, Minolta, Nikon, Olympus y Pentax. Minolta dió la batalla durante mucho tiempo, tuvo una amplia gama de objetivos y era uno de los principales fabricantes ópticos; conocida es su alianza con Leica, que llevó a la fabricación de una cámara «conjunta» de montura M y al desarrollo del sistema «R» de la marca alemana. También tuvo, durante el apogeo de este tipo de cámaras, una línea de cámaras TLR de 6×6, algo que tuvo también Olympus, pero que no tuvieron ni Nikon (que tuvo un proyecto avanzado) ni Canon. En cuanto a las cámaras SLR de 35mm existen ciertos paralelismos entre la historia de Minolta y la de Canon, incluyendo el cambio radical de montura cuando se adoptó la tecnología «autofocus». En la época del enfoque manual, la cámara más avanzada de Minolta fue la XM, presentada en 1972, una cámara destinada al mercado profesional, competencia de la Nikon F2 y la Canon F-1. Por alguna razón que no alcanzo a comprender, había una versión sin motor y una con motor; a la primera no se le podía poner motor y a la segunda no se le podía quitar… algo que la hacía considerablemente menos versátil que sus competidoras, en las que el motor era un accesorio opcional que se podía adquirir en cualquier momento y poner y quitar según fuera necesario en cualquier cuerpo de cámara. Además, la Minolta necesitaba batería para funcionar incluso en las configuraciones en las que solo se podía utilizar en modo manual y sin fotómetro; algo bastante extraño en una época en la que las cámaras profesionales eran totalmente mecánicas. Minolta no vuelve a sacar nada en la gama profesional con la montura SR (posteriormente más conocida como MC y MD) y, durante los 70 y 80 saca varias gamas de cámaras de segmentos menos ambiciosos, muy competentes, pero más orientadas al uso aficionado; aun así algunas son dignas de reseñar, como la XD-7 o las últimas de esa montura: X-300, X-500 y X-700, esta última con una orientación algo más «híbrida», lo que hoy se llama «prosumer», ofreciendo las dos más elevadas incluso flash TTL. La X-300 fue una cámara extremadamente popular como cámara de iniciación, se conseguía a muy buen precio, ofrecía modo manual con fotometría y prioridad de apertura, y tenía una buena selección de objetivos, «winder» y motor como opción, lo que permitía adquirirla para empezar e ir añadiendo posibilidades sin que la cámara «se acabara». Ha sido una de las cámaras más reproducidas, vendiéndose clones directos bajo diversas marcas (Centon, Seagull…) incluso con montura Pentax K.

Muchas veces se lee que Minolta fue la primera en presentar una cámara réflex AF, esto no es estrictamente cierto, la primera SLR comercial con AF fue la Pentax ME-F a la que siguió la Nikon F3AF, pero en la Pentax solo había un objetivo AF: un zoom 35-70mm f:2.8 que llevaba el motor de enfoque… y las pilas. De forma similar, para la Nikon F3AF solo existían 2 objetivos AF propiamente dichos: un 80mm f:2.8 y un 200mm f:3.5 (objetivos con una combinación de focal y apertura que no se ha dado ni antes ni después de estos). Es más, cuando tanto Pentax como Nikon desarrollan posteriormente sus sistemas AF completos, no parten de lo hecho anteriormente, sino que hacen un sistema nuevo, incompatible con lo existente (los objetivos de Nikon solo se pueden usar en la F3AF y en la F4).

La importancia de Minolta en el AF es que lanzó el primer sistema completo AF, es decir, las primeras cámaras a las que acompañaba una gama completa de objetivos AF, cubriendo todas las focales, varias luminosidades, en focales fijas y zooms. Lo hace cambiando la montura y usando una nueva, la montura Alpha (o A), totalmente incompatible con los objetivos anteriores, de la misma forma que los nuevos objetivos AF no pueden ser usados en las cámaras Minolta de enfoque manual, entre otras cosas carecen, por primera vez en un sistema de objetivos intercambiables de 35mm, de anillo de diafragmas, estando este controlado siempre desde la cámara, en todos los modos de funcionamiento. Esto parece hasta obvio hoy, pero fue una enorme novedad y hay que tener en cuenta que, por ejemplo Nikon, no generaliza algo similar hasta la F5 una década después, aunque el primer objetivo Nikon AF-G -sin anillo de diafragmas- se presenta ni más ni menos que en 2002; Pentax lo normaliza ya en plena era digital.

Así, en 1985 presenta una cámara de segmento medio/alto (prosumer) con una amplia gama de objetivos, la Minolta 7000, lo que entonces se llamaba «cámara integral» ya que el avance y el rebobinado de la película se hacía automáticamente de forma motorizada, sin añadir accesorios y manteniendo el tamaño de la cámara tremendamente contenido; tanto es así que la cámara carece por completo de palancas de avance y de rebobinado manual (algo que tampoco era común en 1985). En mi opinión aquí fue donde Minolta comete el primer error de bulto con el nuevo sistema y le acabaría costando caro. Porque la Minolta 7000 no fue la primera cámara desarrollada para el nuevo sistema, fue la segunda; por razones que no alcanzo a comprender, se decidió presentarla primero junto al sistema. La primera cámara AF que desarrolló la marca fue la Minolta 9000, que se presenta varios meses más tarde. La Minolta 9000 era en algunos aspectos más convencional: dispone de palancas de avance manual de película y rebobinado, el motor es opcional (de hecho es la ÚNICA cámara réflex AF así); pero quitando esto, es una cámara muy superior a la 7000, totalmente orientada al segmento profesional, tremendamente capaz, con un obturador que, entonces, iguala lo mejor que hay (1/4000s y 1/250s de sincro), dos modos de medición: central y puntual, con la posibilidad de usar la puntual en modo «sombras» y «luces», disponiendo además de controles directos e independientes para el control de velocidad y diafragma. Minolta tarda medio año en pesentar esta cámara, si la hubiera sacado la primera y hubiera apostado fuerte por ella… quizá se habría llevado buena parte del mercado profesional, el AF tardó en ser «bien visto» en el segmento profesional -leyendo algunos artículos y opiniones en revistas especializadas de la época lo cierto es que da algo de vergüenza ajena- tanto Nikon como Canon apostaron primero por cámaras de segmentos de aficionado o prosumer antes de sacar sus «tanques» profesionales; aunque cuando lo hicieron, tanto la Nikon F4 como, algo más adelante, la EOS-1 eclipsaron totalmente a Minolta en el mercado profesional.

Minolta, además, tuvo un grave problema al pasar por un largo y penoso juicio con la americana Honyewell, que la acusó de infracción de patentes. Esto hizó que Minolta no acabase de levantar del todo la cabeza durante toda la era final de la película y, ya en el digital, le costó fusionarse con Konica y, más adelante, vender su división fotográfica a Sony.

La siguiente generación de cámaras AF de Minolta, normalmente conocida como «i», pasó relativamente desapercibida en una era en la que ya se había desatado la batalla entre las dos grandes; además fue muy injustamente tratada en prensa especializada -que era lo que había entonces, internet no se sabía ni lo que era-, injustamente y muy sesgada. Algunos medios no se sonrojaron criticando cosas duramente que luego alababan en cámaras de Canon: en Minolta tener botones destrás de una compuerta era «un error e incómodo» cuando en Canon estaban «acertadamente protegidos»; el sistema de tarjetas de expansión de Minolta fue atacado con dureza, cuando soluciones relativamente similares eran aplaudidas en otras marcas.

La Minolta Dynax 7000i fue una cámara «prosumer» presentada en 1988 como sustituta de la original Minolta 7000 y es una cámara mucho mejor, con una evolución tal que parece increible que solo se lleven 3 años. Ya en esa época incorpora 3 puntos de enfoque (seleccionables los 3 a la vez o solo el central), 3 modos de medición (multisegmentos, central y puntual), una nueva zapata de flash y un sistema de «expansión» por tarjetas que se insertan en un puerto lateral a modo de portezuela, que protege, además algunos botones auxiliares. El obturador llega a 1/4000s y la sincro se puede hacer hasta 1/125s, unas cifras muy respetables, el motor permite operar hasta 3fps y, en realidad, diría que a la cámara solo se le echa en falta un conector PC para cable de flash y, sobre todo, botón de previsualización de profundidad de campo. El AF es muy capaz, la cámara incorpora un eficiente iluminador para situaciones de luz baja, la velocidad de enfoque es considerable para la época en la que estamos, por encima de lo que ofrecía Nikon en su «top» F4; es una cámara que cae muy bien en la mano y es muy cómoda de usar.

Por alguna razón, el sistema de expansión por tarjetas, fue duramente criticado. No lo acabo de entender ni hoy, la mayoría de tarjetas no eran más que lo que hoy llamaríamos «programas PIC» es decir, activaban el funcionamiento totalmente programado con curvas para «deportes» «paisaje» o «retrato», por lo demás totalmente prescindibles para la mayoría de usuarios; había dos tarjetas muy útiles: la «multi-spot» y la «Custom Functions». La primera permite tomar hasta 9 medidas puntuales consecutivas, haciendo la media de todas para obtener la exposición; la segunda permite el acceso a un número muy limitado de funciones personalizadas (también bastante prescindibles casi todas). Curiosamente se critica que estas funciones «parecen estar en la cámara pero se necesita la tarjeta para acceder a ellas»… La primera Nikon que incorpora funciones personalizadas es la F90 presentada en 1992 y para acceder a ellas no necesitas una relativamente barata tarjeta… sino el carísimo respaldo multifunción MF-26, que costaba casi tanto como la propia cámara.

Para mí la Dynax 7000i fue la primera cámara AF que usé y con la primera con la que trabajé. Luego pasamos a Nikon y no volví a usar nada de Minolta durante muchísimo tiempo. Hace poco, tras la compra de la Dynax 9xi, de la que hablaré en el siguiente post, me apeteción recuperar a mi vieja amiga. Estuve bastante tiempo intentando conseguir una en sitios nacionales diversos y, una vez que acabé harto de sitios como Wallapop donde me encontré a alguien que no quería enviar a pesar de que le mandaba yo el mensajero y tenía la cámara a la venta desde hacía casi 2 años… terminé trayendo una de Alemania. Desde entonces la he usado unas cuantas veces; me pasó desde el mismo momento en el que la saqué de la caja del envío, eso de «recuperar sensaciones», me cae perfecta en la mano y la sigo usando con comodidad, como si no hubieran pasado un par de decenios largos desde la última vez que cogí una.