Un paseo por el Sena

En agosto de 2014 estuve de vacaciones una semana en París. Decidí que el único material fotográfico que llevaría iba a ser una cámara de película, de objetivo no intercambiable además: mi querida Konica IIIM, una telemétrica mecánica de los años ’50 que lleva un Hexanon 50mm f:1.8, de la que ya he hablado otras veces por aquí. No llevaba más fotómetro que una aplicación en el móvil para esa función. Mi método de medición era buscar una zona de tonos medios, tomar una medida, ajustar la cámara en ese punto y luego ir corrigiendo por estimación visual (o sea, a ojo) según la distribución de luces y sombras de la escena. Puede parecer un método complicado y poco preciso, incluso lento, pero en realidad, con un poco de práctica y sabiendo lo que se quiere hacer, no es nada de eso. Acabé muy contento con los resultados fotográficos del viaje.

Ocurre que, cuando volví al uso de la película, una de las cosas que tenía claras era que lo que hiciera en película era para seguir todo el proceso en fotoquímico, si necesitaba enseñar algo en internet -y no tenía planes de ello, sinceramente- ya me apañaría para escanear decentemente las copias. Sin embargo, por circunstancias mininas, he tenido más de medio año el laboratorio fuera de uso, hasta el punto de que ya me había hecho a la idea de dejar de lado por un tiempo la fotografía foto-química, y eso me llevó a ponerme a escanear parte de lo que tenía hecho en película y pendiente de positivar bien, incluso sin positivar en absoluto. De ahí que publique ahora una foto de hace 8 años.

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